NÍA Y SU DEDICACIÓN
Cuento sobre: La Autodisciplina.
En lo profundo de un bosque encantador,
vivía una joven liebre llamada Nía. Era conocida
por su gran velocidad y energía, pero también
por su impaciencia. Cada año, se celebraba una
carrera especial llamada "El Gran Desafío",
donde los animales más rápidos del bosque
competían para demostrar su habilidad. Nía
siempre había querido ganar esta carrera, pero
nunca lograba terminarla. Se distraía fácilmente
con los aromas de las flores, los cantos de los
pájaros o simplemente perdía interés a mitad de
camino, dejándose llevar por la belleza del
bosque que la rodeaba.
Un día, un búho anciano llamado Oren, sabio
y consejero del bosque, se acercó a Nía y le dijo:
—Nía, no es solo la velocidad lo que te
ayudará a ganar el Gran Desafío, sino la
autodisciplina. Debes aprender a controlar tus
impulsos y mantener el enfoque en tu meta,
incluso cuando sea difícil.
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Nía, aunque algo insegura, decidió seguir el
consejo de Oren. Al prepararse para la próxima
carrera, comenzó a practicar cada día en el
sendero más largo del bosque. Al principio, le
costaba mucho mantenerse concentrada. A
menudo se detenía a observar los insectos, a
descansar bajo la sombra de los árboles o a
conversar con los animales que encontraba en
su camino. Con el tiempo, comenzó a entender
lo que Oren quería decir. Cuando sentía ganas
de detenerse, recordaba su compromiso: ganar
la Gran Competencia.
Día tras día, Nía practicaba con más
entusiasmo. Cada vez que se sentía cansada y
quería rendirse, se recordaba a sí misma que
alcanzar su deseo requería esfuerzo y
constancia. En sus entrenamientos, no solo
corría; también empezó a meditar para calmar
su mente y visualizar su victoria. Así, fue
fortaleciendo su autodisciplina, resistiéndose a
las distracciones y enfocándose en mejorar su
resistencia y concentración.
Mientras practicaba, Nía comenzó a notar
cómo otros animales del bosque se detenían
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para observarla. Un grupo de jóvenes ardillas,
fascinadas por su esfuerzo, le preguntaron:
—¿Cómo logras correr tan rápido?
—Solo sonríe y no dejes que nada te detenga.
Eso es lo que yo estoy aprendiendo
—respondió Nía, sintiendo que su compromiso
también inspiraba a otros.
Conforme pasaban las semanas, Nía no solo
fortaleció su cuerpo, sino también su mente.
Aprendió a escuchar su respiración, a
concentrarse en el sonido de sus patas
golpeando el suelo y a mantener sus
pensamientos enfocados en lo que estaba
haciendo. Ya no se dejaba llevar por los
impulsos de detenerse o distraerse con las
maravillas del bosque. Entendió que cada paso,
por más pequeño que fuera, la acercaba a su
objetivo.
Un día, mientras corría por el sendero, sintió
un cansancio abrumador. Las mariposas
volaban alrededor y las flores parecían más
hermosas que nunca. Por un instante, sus
viejas costumbres la tentaron, pero en ese
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momento recordó las palabras de Oren. Cerró
los ojos rápidamente, respiró profundo y se dijo
a sí misma:
—No me detendré. Mi meta está más allá de
estas distracciones.
Con esa nueva determinación, Nía aceleró el
paso, sintiendo cómo cada tejido de su ser se
alineaba con su propósito.
Finalmente, el día de la Gran Carrera llegó.
Nía se alineó con los otros competidores,
ansiosa pero confiada. Cuando sonó el pito para
el inicio, salió disparada como de costumbre,
pero esta vez, algo era diferente. A lo largo del
recorrido, aunque las distracciones seguían ahí,
Nía mantuvo su mente fija en la meta. No se
detuvo ni una sola vez, concentrándose
únicamente en cada paso, en su respiración y
en llegar a la meta.
Así fue como, por primera vez, Nía cruzó la
línea de la meta. No solo había completado la
carrera, sino que también la había ganado. Los
animales del bosque la aplaudieron, y el
anciano Oren la miró con orgullo.
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—Lo lograste, Nía —le dijo—. La verdadera
victoria no está solo en la velocidad, sino en
dominar tus propios impulsos. Has aprendido la
lección más valiosa: la autodisciplina.
Desde ese día, Nía comprendió que, para
alcanzar cualquier objetivo en la vida, no
bastaba con tener talento o energía. La clave
estaba en la autodisciplina, en la capacidad de
controlar sus deseos inmediatos para lograr sus
metas a largo plazo. Con el tiempo, Nía se
convirtió en un ejemplo para otros en el bosque,
enseñándoles que, con planeamiento y
determinación, cualquier sueño se puede
alcanzar.
Los jóvenes animales del bosque empezaron
a acercarse a Nía para pedirle consejos sobre
cómo mejorar en sus propias metas, y ella
siempre les decía lo mismo:
—No se trata solo de correr rápido o ser el
mejor en algo. Lo más importante es tener
disciplina, saber cuándo resistirse a las
distracciones y nunca perder de vista la meta.
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A medida que el tiempo pasaba, Nía se dio
cuenta de que la autodisciplina no solo le había
permitido ganar una carrera, sino que también
la había transformado en una liebre más fuerte,
más consciente de sí misma y más capaz de
afrontar cualquier desafío que se le presentara.
Moraleja: La autodisciplina es el camino al
éxito. Aprendiendo a controlar nuestros
impulsos, podemos superar cualquier obstáculo
y alcanzar nuestros sueños.
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