ZETA Y FILI
Cuento sobre: EL PERDÓN.
En una gran ciudad futurista, donde los
rascacielos tocan las nubes y las luces de neón
iluminan el cielo nocturno, vivían dos amigos
inseparables: Zeta, un robot de entregas, y Fili,
una dron veloz. Juntos, formaban un equipo
imbatible entregando paquetes y encomiendas
a lo largo de toda la ciudad, sorteando el tráfico
aéreo y moviéndose con la precisión que solo
estas máquinas lo pueden hacer. Pero además
de ser eficientes compañeros de trabajo, eran
grandes amigos. Compartieron bromas,
historias de las entregas más desafiantes y
siempre se apoyaban el uno al otro en cada
misión.
Sin embargo, un día, ocurrió lo inesperado.
Mientras realizaban una entrega importante en
uno de los distritos más concurridos, una falla
técnica en los sistemas de Zeta hizo que
perdiera el control por un instante. Sin darse
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cuenta, chocó contra Fili, y el pequeño dron
perdió estabilidad en pleno vuelo. Incapaz de
corregir su curso a tiempo, Fili se estrelló contra
un edificio cercano. Aunque el incidente no
causó daños graves en la ciudad ni en Fili, el
impacto dejó más que unas cuantas piezas
dañadas. Fili, herida en su orgullo y frustrada
por lo que consideraba una negligencia, se
sintió profundamente molesta con Zeta.
Zeta, por su parte, intentó disculparse de
inmediato. Pero el enojo de Fili era tan grande
que no quiso escucharlo. El ambiente entre
ellos cambió, y una discusión se desató. Fili
culpaba a Zeta por su descuido, mientras que
Zeta, lleno de remordimiento, intentaba explicar
que fue un accidente. El distanciamiento creció
y, al final, ambos se dieron la espalda, dejando
atrás una amistad que alguna vez fue sólida
como el acero. Los días se convirtieron en
semanas, y cada uno siguió su camino,
sintiendo un vacío que antes llenaba su
conexión.
Los recuerdos de los buenos momentos
compartidos comenzaron a pesar más que las
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heridas causadas, y ambos se dieron cuenta de
que, sin el otro, su existencia en la bulliciosa
ciudad futurista carecía de la alegría que solían
compartir.
En los días siguientes, la eficiencia del equipo
disminuyó considerablemente. Sin su
compañerismo habitual, las entregas se
retrasaban, los errores eran más frecuentes, y
el dinamismo que antes compartían, llena de
camaradería y confianza, se desvanecía. Las
personas y las demás máquinas de la ciudad
notaron el cambio. Los vehículos voladores que
cruzaban el cielo, los robots y drones que
circulaban por las calles, todos sentían la falta
de esa chispa que hacía único el trabajo de Zeta
y Fili.
Un día, mientras Fili realizaba una entrega
muy solitario, un androide llamado Alfa, se le
acercó. Alfa era conocido en toda la ciudad
como un mediador, un sabio androide que
resolvía conflictos entre las máquinas. Su
capacidad de análisis y su comprensión de las
emociones artificiales lo hacían perfecto para
este tipo de problemas. Con su voz suave pero
firme, Alfa le dijo a Fili:
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—He notado que algo ha cambiado entre tú y
Zeta. El trabajo que antes realizaban juntos era
impecable, pero ahora parece que una sombra
ha caído sobre ustedes.
Fili, con sus luces tenues y hélices apenas
girando, respondió:
—Zeta fue descuidado y por su culpa tuve un
accidente.
Alfa, con su amplia experiencia en tratar
disputas, respondió:
—A veces, los errores ocurren, incluso entre
los más eficientes. El perdón no se trata de
olvidar el daño, sino de dejar de cargar con el
resentimiento que interfiere en nuestra paz
interior y en nuestra capacidad de avanzar. Al
perdonar, nos liberamos del peso emocional
que nos ata al pasado, permitiéndonos vivir con
mayor ligereza y apertura. Este acto de soltar el
rencor nos brinda la oportunidad de reconstruir
nuestras relaciones y de abrirnos a nuevas
experiencias, cultivando un entorno donde la
empatía y la comprensión pueden florecer.
Al día siguiente, Alfa también habló con Zeta,
quien estaba consumido por la culpa.
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—Alfa, lo siento mucho. No sé si Fili pueda
perdonarme. No fue mi intención lastimarlo,
pero cada vez que lo intento, parece que
nuestras conexiones están rotas.
Alfa miró a Zeta con sus ojos brillantes y le
dijo:
—El perdón no es algo inmediato. Es como el
flujo de energía en nuestros circuitos: puede
estar interrumpido por un tiempo, pero con
paciencia y reparación, vuelve a funcionar. Lo
importante es que ambos encuentren la forma
de restauración.
Con las palabras de Alfa resonando en sus
sistemas, tanto Zeta como Fili comenzaron a
reflexionar sobre la situación. Fili se dio cuenta
de que su enojo no solo estaba afectando su
relación con Zeta, sino también su rendimiento.
Mientras tanto, Zeta entendió que cargar con la
culpa no mejoraría nada si no enfrentaba el
problema directamente. Se dio cuenta de que,
en lugar de alejarse, debía acercarse a Fili y
reconocer sus errores. La culpa, aunque
pesada, podía ser transformada en una
oportunidad para crecer y aprender.
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Después de varios días de distanciamiento,
Fili y Zeta se encontraron en la plataforma de
entrega más alta de la ciudad. Las luces de
neón parpadeaban a su alrededor, mientras la
ciudad seguía su ritmo incansable. Fili, aún
molesto, flotaba cerca de un edificio,
observando el ir y venir de los vehículos
voladores.
De repente, Fili sintió la presencia de Zeta
acercándose. Al principio quería ignorarlo, pero
las palabras de Alfa seguían resonando en sus
circuitos. Zeta, con un brillo de determinación en
sus ojos electrónicos, se detuvo frente a Fili. Las
luces de la ciudad reflejaban su figura metálica,
y el ambiente entre ellos se sentía cargado de
tensión y malestar. Zeta y Fili se encontraban a
pocos metros de distancia, cada uno en su
propio mundo, pero ambos conscientes de la
necesidad de sanar la herida que había surgido
entre ellos.
Fili se queda mirando a Zeta y le dice:
—Zeta, he estado pensando en lo que ocurrió.
No puedo negar que me dolió, pero también
sé que no fue tu intención. Estoy dispuesto a
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perdonarte si podemos volver a ser el equipo
que éramos antes.
Zeta, emocionado por las palabras de Fili,
respondió:
—Lamento mucho todo lo que pasó, Fili. No
solo por el accidente, sino también porque eso
hizo que nuestra amistad se desmoronara.
Quiero que volvamos a trabajar juntos.
Se miraron fijamente y, por primera vez, sus
luces parpadearon sin discrepancia, como en
los anteriores días. La amistad entre ellos había
sido restaurada, y con ello, también su
eficiencia en el trabajo. Desde ese momento,
las entregas volvieron a ser rápidas y perfectas,
como si nunca hubiera pasado nada.
La ciudad, siempre atenta, también notó el
cambio. Las luces brillaban con más intensidad,
los vehículos voladores se desplazaban con
fluidez, y las personas sintieron la energía
positiva que Zeta y Fili habían recuperado. Lo
que Alfa les había enseñado no solo salvó su
amistad, sino que también les mostró el valor
del perdón, la parte clave que mantiene
en marcha cualquier relación, ya sea entre
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humanos o máquinas. El flujo armonioso de la
ciudad volvió a su estado óptimo, demostrando
que el perdón puede reparar incluso las
conexiones más dañadas.
Moraleja: El perdón es el elemento que
mantiene nuestras conexiones. Al liberarnos del
rencor, volvemos a dar mejores resultados,
como una máquina perfectamente bien
calibrada.